A veces necesito un
silencio, otras veces necesito, solamente estar solo; pero casi nunca logro
estos anhelos, ¿por qué?
Porque, mi entorno me
devora, mi entorno me sofoca, mi entorno nunca me dio o me dará una gota de
libertad.
Necesito compañía, necesito una amistad, pero tampoco logro
alcanzar mis deseos; ¿Por qué? Porque soy apático, de un humor sarcástico, y de
amistades muy selectas.
Algunas
veces quiero palabras, para expresar lo descontento de mi ser, otras veces me
hace falta un abrazo, en estas veces es que yo realmente me siento solo.
Me refugio en los libros, que me hacen viajar por las mas
asombrosas construcciones que la mente es capaz de construir, eso es mi mundo,
eso es mi refugio.
Pero en un santiamén, grandes fragmentos de mi mundo se cae sobre
mí, intento escaparme del fin de mi fantástico mundo que cada amanecer se
destruye, busco exiliarme del recóndito y apartado orbe para volver a mirar la
cara de la realidad.
Esa
realidad que aprieta el corazón y que paso a paso mata un amor que parecía ser
eterno.
Todos me ven, como fortaleza, todos intentan inspirarse en mi,
creen que soy, indestructible y que supero grandes problemas. En mi realidad,
me enmascaro, para cubrir las heridas que la muerte ha dejado en mi, se que ya
hace tiempo pero el sufrimiento no para, siempre va aumentando.
Yo soy, el genio el que todos quieren alcanzar, soy la escala de
perfección que todos imponen; yo soy ese ser que es imitado, sin saber lo que
realmente siento, que por dentro me desmorono de tristeza, que estoy muriendo
ahogado por las lagrimas que dejo de derramar, para demostrar que soy fuerte.
De
apoco me siento, sin nada en mi mundo, pierdo fundamentos de mi existencia, y
más que nunca pierdo voluntad de vivir.
Eso a veces me asusta, la posibilidad de morir inhibe, pero a
veces me pregunto ¿eso no sería toda una solución? Me pierdo en mi imaginación
y en los planes macabros que tengo para deshacerme de mi propia vida.
Algunas veces me despierto por las noches, con el sonido de su voz,
otras veces puedo jurar que la veo cuando miro mi imagen en el espejo, siempre
es ella que me consuela hablándome en silencio. Ella nunca dice nada, pero por
solo mirar sus ojos me refleja el cielo y el paraíso que ella siempre fue para
mí. Todo sería diferente si no hubiera perdido el amor de mi existencia a la
inescrupulosa muerte.
Hugo David Colmán
Monges ©